lunes, 8 de julio de 2013

Tentación y placer



La otra noche me pasó una cosa muy curiosa o divertida, como se quiera llamar. Iba a la despedida de una amiga, con intenciones de estar solo un rato porque tenía que estudiar y no me encontraba precisamente bien. Al final me quedé hasta el cierre, entre cerveza y cerveza y conversaciones más que interesantes con unos amigos suyos que acababa de conocer esa noche. Al final nos quedamos tres amigos de ella y yo, con un reto por delante que uno de ellos me puso: a ver si aguantaba más alcohol que él. Así, con la tontería, entre chupito y chupito, y jarras de cerveza acabamos en mi casa, y faltaba más decir que era yo la que mejor estaba: sorprendentemente y ni siquiera yo sé el como, pero todo el alcohol ingerido no había hecho casi mella en mi. Una cosa llevo a otra y acabamos revolcándonos en mi cama. El tío iba muy ciego, pero aún estaba cuerdo para saber qué hacía, con quien y cómo, además de que decía, porque el tío no paraba de hablar, oye, y no es que me importase, porque yo le estaba dando cuerda. La cuestión es que en todo ese rato, yo era la que llevaba el control y por poco poder que tuviese, me sentía en la gloria torturándolo, dándole ordenes, mordiéndolo hasta que le saliese sangre de los labios y hasta que el cuello estuviese lleno de cardenales. Yo era la que estaba arriba, la que le sujetaba las manos por encima de la cabeza, y la que le permitía o no, tocarme. Por muchas suplicas, por muchas quejas, esa noche se hacía lo que yo quería y lo que yo decía, aunque placer tuvo y a raudales. La situación no fue así sólo por la noche, porque estaba borracho, si no que por la mañana la diversión volvió y de forma mejorada. Y esa sensación fue... indescriptible. No sabría explicar el placer que sentí con ese juego, pero habría podido perfectamente correrme tan solo jugando con él. 

Después me dijo que le iba el sado y yo vi el paraíso ante mi. ¿Tendré la posibilidad de probar cosas nuevas con él? Eso espero, porque hasta ahora ningún tío que ha pasado por mi vida, aunque fuese por una noche, me había dejado tener el control de esa forma y ese mundo que me puede ofrecer resulta demasiado excitante y tentador.

A.

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